Yoga para el corazón

                                            Pensamos como sentimos 

                              
Todos somos conscientes de que nuestro corazón es sensible a las emociones, podemos reconocerlo  cuando estamos alegres y sentimos como si nuestro corazón se abriera, al mismo tiempo que vibramos armónicamente con todo lo que nos rodea. En cambio, cuando estamos enojados, o tenemos miedo, estrés o frustración, solemos sentir opresión en el pecho o lo que algunas personas  explican como que “el pecho se cierra”. Otras veces también podemos sentir exaltación y observar como si el corazón diera un salto. 

Poco sabíamos hasta ahora que el corazón tiene un campo magnético que se extiende hasta 5 metros alrededor nuestro y que sus vibraciones son hasta 5000 veces más intensas que las del cerebro, generando a su vez  60 veces más amplitud que éste. Todos los que nos rodean son afectados a través de este campo por las vibraciones que nuestro corazón emite. Si sentimos tristeza o alegría, no sólo el corazón se ve afectado, sino también el campo magnético que nos rodea y las personas que están cerca nuestro.

Además, recientemente se ha descubierto  que el  60 % de las células que conforman nuestro corazón son neuronales y que éste también tiene un sistema nervioso independiente. Nuestro corazón no solo vibra dependiendo de nuestras emociones, sino que además posee propiedades que creíamos que correspondían al cerebro, propiedades como pensar y decidir. 

Hay dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias y regulares, y toma esa forma cuando la persona tiene emociones y pensamientos positivos. La otra variación es desordenada, con ondas incoherentes y toma esa forma con el miedo, la ira o la desconfianza.  Las ondas cerebrales se sincronizan con estas variaciones del ritmo cardíaco, y, según las palabras de Annie Marquier, matemática e investigadora de la conciencia, es el corazón el que “arrastra” a la cabeza.  O sea que como sentimos, determina como pensamos

No es casual que usemos al corazón como a un símbolo del amor, si sabemos que nuestro corazón es el encargado de producir y liberar justamente oxitocina, más conocida como la hormona del amor. El corazón puede sentir la energía de otra persona y comunicarse de manera muy profunda con ésta, sin palabras ni gestos. Tales interacciones energéticas contribuyen a que las personas se atraigan o se repelan, afectando así nuestras relaciones sociales. 



A través de la práctica del yoga restituimos nuestro flujo energético natural propiciando en nosotros mismo estados de armonía y permitiendo que nuestro corazón también se armonice. Es así que emitimos esas vibraciones equilibradas al ambiente y a las personas que nos rodean, contribuyendo así a un estado de consciencia inteligente y favoreciendo a establecer mejores relaciones personales e interacciones energéticas con los demás.

Realmente el amor del corazón no es una emoción, sino que es un estado de conciencia inteligente y a través del yoga, logramos vibrar en ese estado de consciencia inteligente.
Por ejemplo,  según cuenta el  profesor asociado de Medicina del Hospital de la Universidad de Kansas, el Dr. Dhanunjaya Lakkireddy, un estudio que implementó el yoga sobre pacientes con fibrilación atrial, (afección de ritmo cardíaco irregular que se da cuando las señales eléctricas naturales del corazón se disparan de manera desorganizada, haciendo que este se agite de forma irregular), muestra que  se redujeron significativamente  los episodios de ritmo cardíaco irregular a cerca de la mitad en promedio. También bajaron los índices de depresión y ansiedad, y mejoró la función física, la salud general, la vitalidad, el funcionamiento social y la salud mental de quienes los practicaron.

Al practicar yoga con regularidad calmamos el ritmo de nuestro corazón y reducimos el ritmo cardíaco irregular, armonizando nuestras energías y nuestras emociones favoreciendo a que generemos relaciones e interacciones energéticas positivas y armónicas con los demás. 

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